Ahora que se acaban las pretemporadas quiero hacer balance y me gustaría compartir contigo algunas reflexiones.
Esta pretemporada he visto muchos entrenamientos, aprovechando que tengo más tiempo «libre». Por cierto, no echo de menos los banquillos (al menos de momento).
Bueno, sigo. He visto muchos entrenamientos y reconozco que, para mi decepción, todavía nos queda mucho camino que recorrer en cuanto a las sesiones y los ejercicios planteados.
¿Por qué digo esto? Porque creo que seguimos anclados en el siglo pasado… Y abro el paraguas para la lluvia de críticas que me puede caer por esta frase y por las que vienen a continuación.
Pero es la realidad y sé que mucha gente piensa como yo. Por eso escribo este artículo.
Porque sé que a muchos les servirá para reforzar sus creencias con respecto al entrenamiento y su manera de entender la formación de futbolistas. A otros quizás les sirva para entender otro punto de vista. Y, por último, estarán los que no compartirán ni una coma de las que escriba.
En cualquier caso, creo que es un tema interesante y que puede generar un bonito debate del que todos nos podemos enriquecer, que al fin y al cabo es el objetivo de este blog. Por lo que, desde ya, te invito a participar en los comentarios del final.
«Hoy no hace falta traer botas»
Recuerdo que odiaba los entrenamientos de antes. Sobre todo, los de pretemporada.
A veces no hacía falta ni llevar las botas de fútbol. Sólo zapatillas para correr alrededor del parque. Y hacer físico: abdominales, flexiones, sentadillas, planchas… ¡Cómo no! Había que «recargar» las pilas para el resto de la temporada… ABSURDO Debatible.
La cuestión es que acabé dejando el fútbol. Bueno, «fútbol» entre comillas. Porque a veces no había ni balón de por medio. Lo más redondo que veíamos eran los botones desabrochados de la camisa del míster. Otros tiempos…
Aunque realmente no lo dejé del todo, sólo de jugarlo. Decidí vivirlo desde los banquillos. Y siempre he tenido una máxima: no hacer a mis jugadores lo que no me gustaba que me hicieran.
Pocas carreras continuas recuerdo. Quizás al principio, cuando más verde estaba. Mientras colocaba el material o las tareas, mientras esperábamos a que llegaran todos los jugadores o pensaba alguna variante por las ausencias de última hora.
Claro, antes me complicaba mucho y el mínimo imprevisto me suponía un trastorno importante.
Con los años me he vuelto más sencillo. Tareas que apenas requieren explicación, pocas reglas y fáciles de entender, para que los jugadores pasen más tiempo jugando que escuchando (de verdad, no entiendo que algún entrenador tenga tanto afán de protagonismo como para invertir el orden de estas palabras).
Lo peor de todo es que todavía hoy se siguen viendo atrocidades de este tipo. Las típicas diagonales. ¡Madre mía! Qué auténtico suplicio eran… Estoy completamente convencido de que no me hicieron mejor futbolista. Al contrario, me hicieron aborrecerlo.
Anclados en el pasado
Como decía, tenía la sensación de que, poco a poco, estábamos dejando atrás los métodos de entrenamiento antiguos y cada vez más obsoletos. Parecía que los entrenadores, cada vez más y mejor formados, apostaban por métodos más actualizados y efectivos.
Pero nada más lejos de la realidad. Probablemente, un 50% de los entrenadores sigan anclados en el pasado.
¿Es una crítica? Pues no lo sé. En parte no y en parte sí (o eso parece). Al final cada uno entrena como quiere (o como le permiten o le indican en su club). En este sentido, como se suele decir, lo entiendo pero no lo comparto.
¿Por qué? Pues tengo muchos motivos que te iré explicando, si no lo he hecho ya.
Uno de los principales es el argumento que suelen dar para justificar estos trabajos: «es que si no lo hacemos los rivales nos van a pasar por encima», «es que nos falta fondo físico»…
¿De verdad que tus alevines necesitan pasar los primeros 15 o 20 minutos del entrenamiento sin tocar balón para que los rivales no les pasen por encima? Algo estamos haciendo mal…
Otro muy común es el de «así voy colocando los conos de la primera tarea». Qué dejadez.
«Ni mejor ni peor, diferente»
Luego hay otro tópico. El de «no es mejor ni peor, es diferente». Bueno, pues ya sabes que suelo mojarme y esta vez no va a ser menos.
Para mí sí hay un método mejor que otro. O, si no es mejor, sí que lo considero más efectivo, como decía al principio, entendiendo la efectividad como la suma de eficiencia y eficacia.
¿Qué significan estos dos términos?
De forma rápida, eficacia significa alcanzar el resultado deseado; y eficiencia, alcanzar el mismo resultado utilizando menos recursos o alcanzar un resultado mejor utilizando los mismos recursos.
Relacionado con el entrenamiento, el resultado deseado podría ser la formación integral de los jugadores. Y los recursos podrían ser el espacio y el tiempo que tenemos para entrenar, así como el material (balones, conos, etc.) del que disponemos.
En el fútbol base, en España, solemos tener recursos limitados en cuanto a espacio y tiempo de entrenamiento, a excepción de las canteras profesionales.
Es por ello que debemos aprovecharlos al máximo. Y eso pasa por plantear tareas globales, en las cuales se trabaje el aspecto táctico, técnico, físico y mental de forma conjunta.
Si queremos trabajar cada una de las partes por separado (de forma analítica) vamos a necesitar de más recursos para alcanzar el mismo resultado. Los jugadores podrían llegar a potenciar uno de los 4 aspectos, pero sería a costa de ralentizar el resto. Por lo tanto, el entrenamiento perdería efectividad.
Por otro lado, y con respecto al material, cuanto menos utilicemos, mejor. Perdemos demasiado tiempo inundando el campo de setas (o chinos, como lo quieras llamar). Y ya te he dicho que el tiempo no nos sobra precisamente.
Pero eso no es lo peor. Picas, aros, balones medicinales se apoderan de las sesiones. Escaleras, vallas de todos los tamaños y hasta paracaídas he llegado a ver. De cara a la galería puede impresionar, pero a efectos prácticos… En fin.
Lee este artículo sobre el material recomendado para un entrenamiento de fútbol efectivo.
Que quede claro: el protagonista debe ser el balón y los jugadores. Y no el cuerpo técnico de turno con su dilatada experiencia y formación montando circuitos físicos para poner a sus futbolistas «como toros».
Más jugar, menos escuchar
Llegados a este punto, creo que habrás sacado varias conclusiones de cómo afrontar la pretemporada, así como el resto de la temporada.
Con respecto al apartado anterior y las tareas globales, me gustaría hacer un inciso y es que no todo vale en este aspecto. Tocar por tocar el balón no justifica que sea un ejercicio «global». Para ello tiene que haber un objetivo táctico que guíe la resolución del ejercicio.
Teniendo ésto claro, ya solo falta que ruede el balón. Los niños tienen que jugar más y escuchar menos. Lógicamente, las explicaciones son necesarias. Pero en su justa medida y siempre acordes a la edad que tengan.
Si son pequeños, no deberían durar más de un minuto (con los mayores se pueden alargar algo más). Así que ya sabes, más balón, más jugar, más fútbol y menos escuchar.
Y ahora abro el paraguas
Como decía al principio, si eres de la vieja escuela imagino que no compartirás mi punto de vista. Incluso te habrá podido ofender alguna expresión.
Ésa no es ni mucho menos mi intención, sino la de compartir opiniones que permitan fomentar entornos más favorables para la formación, el aprendizaje y la mejora de los jugadores.
En cualquier caso, te vuelvo a invitar a dejar tu opinión y que entre todos podamos iniciar un debate enriquecedor.